El cuadro estaba en los talleres
de restauración del Museo del Prado de Madrid. Atribuyen la obra a un discípulo
de Leonardo Da Vinci, que habría pintado el retrato en el taller del genio
italiano, a la par que su maestro.
La autoría de la obra se disputa
entre dos de sus pupilos favoritos: Andrea Salai (que fue amante del maestro) y
Francesco Melzi.
De acuerdo a datos recogidos por
la publicación The Art Newspaper, los expertos del museo estudiaron durante
varios meses la obra. Además debieron limpiarla y quitarle un oscuro barniz que
la cubría (puede verse en adjunto la imagen con el negro de fondo).
De hecho, aún están siendo
retirados los últimos repintes de la obra. El fondo negro del cuadro ha dejado
paso a un paisaje que se aprecia con gran nitidez.
Hace unas semanas, Ana González
Mozo, del Museo del Prado, presentó estos descubrimientos en un simposio que
tuvo lugar en la National Gallery de Londres, coincidiendo con la gran
exposición que la pinacoteca dedicó al genio italiano. Allí se mostró una
fotografía de la copia del Prado, cuando ya estaba retirado el 90% de los
repintes de la obra.
Lo impresionante de este hallazgo
es que el discípulo de Da Vinci habría pintado la réplica al unísono del
maestro toscano en su estudio de Florencia. Comparando las imágenes
infrarrojas de las obras del Prado y el Louvre, se demuestra que los dibujos
adyacentes de ambas obras se iniciaron al mismo tiempo.
Se espera que los diversos
estudios que se realizan sobre la copia lleven a resultados que hasta
modifiquen las teorías y las interpretaciones sobre el retrato de Lisa
Gherardini, la esposa de un comerciante florentino llamado Francesco del
Giocondo.
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